Villa Carlos Paz, 8, 9 y 10 de mayo de 2008
Entendemos que para generar el diálogo político necesario tras 25 años de avances y retrocesos desde aquel hito colectivo que tuvo la UCR como motor para construir una democracia sólida y con la densidad imprescindible para ser un país desarrollado en serio, es condición ineludible la reconstrucción del sistema de partidos.
El radicalismo fue el partido político por excelencia en la historia argentina del último siglo. Tal vez por eso mismo es el que más descolocado a quedado en esta coyuntura de ruptura entre las organizaciones políticas y la sociedad. Sin embargo estamos convencidos de que no debemos desesperarnos por reacomodarnos con actitud especulativa para lograr una mejor performance electoral. Por el contrario, semejante crisis nos abre la oportunidad y el desafío tantas veces postergado de volver a edificar el partido nacional y federal que nunca debimos dejar de ser.
Queremos un radicalismo de todos, pero de todos aquellos que creen que las soluciones a los problemas se buscan dentro del seno partidario y respetando las decisiones orgánicas. El día que un dirigente o un candidato se cree más importante que la organización se empiezan a relativizar los principios y a poner en tela de juicio la doctrina. El paso siguiente es apelar al ataque interno y buscar excusas que justifiquen la deserción partidaria, o lo que es peor, el doble juego.
Por todo esto es que nos parece una actitud divisionista y poco constructiva la posición excluyente y a veces fóbica emanada desde el más alto cargo ejecutivo del Comité Nacional hacia sectores importantes del partido por no pertenecer a la misma corriente de pensamiento interno.
Enteraros por los diarios que se excluye la representación de grupos en la comisión de acción política del comité nacional por su condición de alfonsinistas es una mala noticia. Por un lado porque es absolutamente legítimo comulgar con las ideas de Raúl Alfonsín, quién ha traspasado largamente las fronteras del radicalismo encarnando un sinónimo de democracia. Por otro lado porque esta medida poco saludable proviene de quién tiene la mayor responsabilidad en la reconstrucción de un organismo enfermo. Por el contrario, lo que se necesita y se anhela, es una actitud de sobrevolar los matices y diferencia e incluir, comprender, complementar.
Insistimos, buscamos un radicalismo de todos. Ni un partido centralista de cara al puerto, ni una organización con complejo de hermano olvidado con afán de revancha. Seguir sosteniendo cualquiera de estas posturas en momentos del que país demanda a un radicalismo en su mejor forma es cuanto menos irresponsabilidad política, ya no con el partido sino con la Nación. Reeditar debates y acusaciones cruzadas propias de otra época nos planta ante la sociedad con una muestra más del autismo que ya se nos atribuye.
Los jóvenes radicales de la Provincia de Buenos Aires no compramos la opción mentirosa e interesada de que existe un radicalismo del interior y otro de Buenos Aires y Capital. Suscribimos a un partido integrado, nacional y genuinamente federal. Como militantes hemos fiscalizado muchas veces en los puntos más diversos del país, no como un acto solidario o de buena voluntad hacia la provincia o el distrito del que se tratara, sino porque sentimos que en cualquier elección de cualquier distrito donde la UCR compita, nuestro interés está en juego y es nuestro deber estar.
Precisamente fue un radical bonaerense oriundo de Chascomús quién desde la presidencia pretendió trasladar la capital a un nuevo distrito federal “Al Sur, el mar, el frío”, para integrar territorialmente a la Nación y garantizar la federación como forma de gobierno.
Debemos redefinir una identidad partidaria unívoca desde la diversidad, pero en el marco de principios intransigibles.
En nuestro origen está la lucha por la libertad y la igualdad, así lo demuestra nuestra historia, que va íntimamente entrelazada a la de nuestra patria. Tras 25 años de democracia vemos consolidado el ámbito para desenvolvernos en libertad. Hoy la causa es luchar por la igualdad. Ese es el objetivo. Sin ceder en el campo de las libertades, avanzar firmemente en el de la igualdad.
Justamente es el equilibrio entre estos dos valores el sustento axiológico de la Socialdemocracia. El radicalismo debe ser la síntesis de estos valores paa convertirse en progenitor del alumbramiento de una espacio progresista auténtico. Para no repetir la experiencia de los ex correligionarios que se fueron tras liderazgos mesiánicos y providenciales a conseguir una república de iguales o representar un contrato moral y contradictoriamente terminaron abrazados a personajes de derecha, logrando sus resultados electorales desde la antinomia y el gorilismo. O aquellos que nos querían convencer de que el matrimonio presidencial encabezando una fuerza progresista y plural, venía a hacer desde el gobierno todo lo que nosotros siempre habíamos querido realizar y nunca pudimos o nunca nos atrevimos y terminaron haciendo un patético papel de extras en un proyecto de concentración, de carácter populista, refractario al diálogo y con la improvisación como herramienta de gestión,.
Apuntamos a un cambio profundo que si bien contemple cuestiones de forma como la reformulación de distintas categorías de afiliados, el régimen de sanciones, etc., se sumerja en cuestiones de fondo, modernice la organización y que la encauce a una definición clara y contundente de nuestra ideología, de nuestra razón de ser y de nuestro accionar Para esto primero debemos señalar que sistema de Gobierno queremos. En varias oportunidades e partido se expresó a favor de promover el parlamentarismo en contraposición a la concentración del sistema presidencialista. A nivel partidario debemos reproducir este mismo modelo que fortalece la democracia y la pluralidad que garantiza una mayor solidez a los consensos.
Respecto de la cuestión generacional pensamos que la inclusión juvenil en las listas debe darse sucesivamente en un sistema de postas donde una generación remplaza a otra. La forma correcta y más armónica es le de la simultaneidad,
donde distintas generaciones coexisten y se complementan sin discriminaciones en las nóminas alcanzando una representación más integral. Nadie es más capaz o más ético por ser joven o viejo. La juventud no es un valor en sí mismo como tampoco lo es la pertenencia a un género. Lo que debe ponderar y valorar el partido es la calidad del individuo en cada caso independientemente de su edad o su sexo y proveerlo como candidato a la consideración pública o a cargos en la organización según su idoneidad. En definitiva, alcanzar el reflejo más fiel de la sociedad que aspiramos representar.
Nos empeñamos entonces en la necesidad de una construcción a mediano plazo sin la urgencia por obtener resultados electorales favorables. Esto no significa n tener pretensión de gobierno ni dejar de aspirar al poder, sino que el itinerario se ordena a partir de las siguientes preguntas:
¿Por qué?
¿Para qué?
¿Cómo?
Y resuelto esto sabremos:
Con quiénes cuando
Entonces nuevamente podremos decir que “ lo importante no es quién lleva el palo, sino la bandera”
